2/8/13

suspensivo

Así como los puntos que dejan abierta una frase, una novela, un relato, una historia, esos puntos que dejan todo incierto, que posiblemente contenga una conclusión luego, o que simplemente quede esa duda en el aire para siempre de saber que sucedió o sucederá.
Muchas veces la vida nos deja así, suspensivos, nos deja esperando, nos muestra los tres puntos que no sabemos a dónde van a conducir, y nos deja expectantes, sin aliento, con la mirada, la fe y el impulso en el limbo inmenso de la incertidumbre, con más dudas que respuestas y con aún más miedo que cualquier otra cosa. A veces nos suspendemos, nos quedamos estáticos esperando a que algo, o alguien, simplemente nos saque de semejante vacío y nos haga reaccionar, quizás lo que más necesitamos en ese momento es simplemente dar el siguiente paso, así no sepamos a dónde vamos exactamente, pero lo importante es salir del letargo y tomar ese impulso que nos lleve a la próxima estación.
Pocas veces he sentido esa sensación de que el espacio que existe frente a mí es mucho más grande de lo esperado, uno planea y tiene intenciones de moverse hacia algún lado, uno calcula, predice y toma con calma dichas conclusiones una vez se ha determinado el siguiente paso y a veces los que le seguirán al mismo en un corto plazo. Pero cuando ese primer paso no se puede dar el panorama se extiende y todo se vuelve una inmensa planicie de incertidumbre que nos nubla la vista y la fe para seguir adelante. Muchas veces solamente basta con esperar, a veces simplemente uno se decide, o algo nos empuja, y ahí estamos de nuevo caminando sobre el delgado hielo que nos une con lo incierto de cada paso.
Toca cambiar de plan, de perspectiva, no queda más que asumir las cosas, esperar que la decisión no haya sido lo suficientemente errónea como para causar un inmenso arrepentimiento luego. Quedamos suspensivos, a la espera, no sabemos que decisión tomar, tenemos miles de opciones, aunque realmente al final solo una real que es la que evidentemente menos queremos, a la cual nos resistimos y luchamos para jamás tener que aceptar que no hay otro camino sino depender de ella.
Suspenderse para contemplar es algo bueno, si se tiene todo bajo control y si todo se torna en favor de uno, estar suspendido por obligación o por una decisión, que a veces ni siquiera es clara pero ya la tomamos, es algo diferente, todo parece derrumbarse, todo parece ser diferente, y parece que de un momento a otro la vida cambió por completo. Al final podemos consolarnos con la idea de que no es tan grave, de que solo es cuestión de un poco más de tiempo y que al final todo estará bien, siempre se puede aprovechar ese tiempo extra para otras actividades lúdicas y de alguna manera no sentir que se está perdiendo el tiempo. Es posible que tengamos razón, así como cabe la misma posibilidad de que no, ésta es inaceptable, no es concebible y jamás se nos cruzará por la cabeza, aunque tengamos que luchar contra ella, pero a veces es más fuerte y se pronuncia, y es ahí cuando igualmente es demasiado tarde para dar un paso adelante o atrás y hay que enfrentar las consecuencias de todo aquello a lo que no esperábamos enfrentarnos.
Suspensivo, así muchas veces es el tiempo, por las razones que buscaremos en medio del insomnio de interminables tibias noches, para darnos aliento, para encontrar una luz, para no sentirnos tan mal con nosotros mismos y dándonos la respuesta a dicha decisión, algunas serán totalmente alocadas, otras inútiles, otras falacias inmensas del alter ego que no sabe perder, y otras, seguramente las de menor importancia al final del camino, son las que captan nuestra atención y nos aferramos a ellas como si fuera nuestra propia vida, muchas veces llega a serlo.
Suspensivo es el tiempo, es el camino, es la vida misma que no tiene sentido pero que nos fuerza a hallarle uno para poder seguir adelante y no enloquecer, tener un motivo, una meta, un algo que esté ahí adelante, pero permanece como nosotros suspensivo, quizás esperando caer, envejecer, destruirse o ser alcanzado por una ráfaga que lo lleve a caminos desesperados de soledad. Suspensiva es la vida, los puntos al final de cada día, de cada palabra, acción, de cada suspiro que damos, un cúmulo de puntos que se unen entre sí para tratar de darnos un sentido.
Suspensivo me siento, sin más camino que seguir adelante por inercia, esperando lo mejor, como todos lo hacen, y sin tratar de pensar demasiado en lo hecho sino en lo que venga con el mayor optimismo, así sea falso, que pueda existir.

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