10/1/14

Adentro

Y todos pensamos que somos los únicos, el mundo siempre fue tan pequeño en un momento que creíamos poseer todo lo necesario para salir a conquistar el mundo, ese pequeño mundo de nuestras ideas, el ideal, lo que podíamos ver. No parecía tan difícil, si otros pueden también nosotros, pero a medida que pasa el tiempo y el mundo se vuelve más grande, y a su vez más pequeño, quizás podamos entender un poco la insignificancia de nuestra existencia, y que nuestro paso, por largo o corto que sea, no es más que un parpadeo en la inmensidad de la creación, que ni siquiera comprendemos.

Y por eso buscamos alrededor todas aquellas cosas que nos hicieron falta, porque todos crecemos con vacíos, con traumas, problemas, familias que hasta una cierta edad parecen ser perfectas pero que realmente son más disfuncionales que cualquier cosa que hayamos imaginado. Es ahí cuando el sueño empieza a transformarse en una realidad que nos cuesta entender, quizás esos años de adolescencia son el purgatorio para poder tratar de aceptar una realidad que parece que fuera tétrica y un poco surreal, por fuerza debemos superarlo y querámoslo o no terminamos embarcados en la aventura de la vida, siempre anhelando porque cada paso que demos sea más seguro al anterior, así nunca sepamos con certeza hacia dónde nos dirigimos.

Buscamos en nuestro entorno todo eso que nos pueda brindar equilibrio, todo aquello a lo que no tuvimos acceso, esas disfuncionalidades que nos dejó la niñez y la vida que poco comprendemos. Nos dejamos cegar por los deseos de las cosas que nos ofrecen, esas cosas que vemos, comenzamos a hacernos una idea de todo aquello que nos hace sentir bien, o creemos que nos hace sentir así, y todo aquello que no. Podemos desviarnos un poco, por ignorancia, por curiosidad, o porque simplemente estamos demasiado perdidos, y probamos algunas cosas alternativas que simplemente están ahí, podemos dar y dar vueltas en ello hasta que sucumbimos o salimos con vida. Comenzamos a hacernos un mapa del camino, comenzamos con las cosas elementales, luego vamos afianzándolas con ideales, con rasgos que queremos encontrar, tener, poseer o al menos tener cerca para que nos den un soporte y no nos deje desfallecer. Continuamos cada vez buscando más detalles, ubicando todo aquello que queremos en cada cosa de nuestras vidas, de a poco vamos consiguiendo, exitosamente, ciertas cosas que comienzan a forjar esa utopía de nuestro camino, mucho depende de nosotros y siempre así no seamos conscientes, estamos concentrados en conseguir dichos objetivos sin importar el costo.

Tratamos de no repetir los errores de nuestros ancestros, tratamos de aprender algo que sea útil para mejorar la humanidad, sin embargo muchas veces terminamos haciendo lo mismo potenciado mil veces más o simplemente tenemos nuestros propios métodos para lograr afectar a aquellos que vienen tras de nosotros y los que nos rodean. Sin embargo seguimos buscando la perfección en nuestro alrededor, somos conscientes totalmente que tal cosa no existe, sin embargo nos lo negamos siempre porque no podemos creer que aquél mundo de fantasía pueda existir. Por eso nos conformamos con lo que aparece, hay que vivir y sobrevivir, y cada eso se hace más difícil, por lo tanto tenemos que hacer lo mejor de lo que tenemos para seguir adelante, a pesar de que la mayoría están cegados por un ideal que no logran comprender.

A pesar de que los tiempos han cambiado, de que cada vez estamos más cerca el uno del otro y podemos darnos cuenta de lo equivocados que hemos estado al sentirnos especiales y únicos, existe aún una resistencia a parecer uno más y tratamos de destacarnos y conseguir la aprobación y reconocimiento de alguien para no sentirnos como uno más. Luchamos contra todo lo que no debemos luchar y buscamos afuera todo lo que no deberíamos buscar. La vida se nos presenta con lo que algunos llaman pruebas y otros señales, algunos no se desvían y se mantienen fuertes ante sus principios, otros comienzan a cambiar y a dudar y toman diversos caminos pensando que ese será el correcto. No hay bien ni mal, no existe un buen o mal camino, porque ni siquiera sabemos de qué camino se trata, nos han dicho, nos han insinuado, pero realmente no lo sabemos, algunos no dudan, otros se la pasan dudando. No existe un camino, porque existen muchos que llegan al mismo, sin embargo no lo sabemos y siempre estamos en la constante duda de si el que escogimos es el adecuado.

Ahora cuando todos estamos más conectados y más cerca parece haber un cambio, algo que hace ver hacia otros lados que solamente habían sido explorados por algunos pocos, y se ha formado un grupo de búsqueda, sin quererlo, por encontrar esa verdad absoluta o eso que explique todo de manera elegante y sencilla. Sin embargo seguimos embarcados en la mundanidad de la vida cotidiana y nos es difícil liberarnos de todas aquellas cosas que creemos nos hacen sentir conformes. Seguimos en la rueda del día a día sin detenernos a veces el tiempo suficiente para cuestionarnos lo que nos depara, si hemos o no cometido errores en nuestras decisiones. La verdad es que hemos cometido muchos y no solamente contra nosotros mismos sino contra toda una red invisible que está conectada a nosotros que no podemos imaginar. No se trata de culparnos ni de buscar la redención, simplemente de entender que somos tan solo un cuerpo hecho de carne medianamente consciente de lo que hace y que por lo tanto estamos destinados a ser ruines, torpes, entre todas las otras cosas positivas y negativas que cargamos como seres humanos.

Sin embargo nos seguimos apegando a todo eso que esta ahí, eso que se puede tocar, ver y que nos satisface de cierta manera. Todos estamos ciegos, no es para sentirse mal hemos nacido ciegos y a medida que hemos crecido nos hemos vuelto cada vez más y más ciegos de lo que realmente importa. Aunque todo depende de nosotros y a través de nuestra vida siempre hemos trabajado para nosotros solos, porque es un hecho que somos egoístas y es un primer paso para admitir la realidad de lo que nos rodea, seguimos buscando afuera todo lo que está adentro. Lo más importante siempre se encuentra dentro de nosotros mismos, lo de afuera es simplemente un escenario que igualmente se puede cambiar, que podemos modificar, y si no es posible no es más que una circunstancia que desaparecerá como la gente que viene y va y como la lluvia que siempre vuelve pero jamás se queda. De a poco creo que cada quién quiere encerrarse más en sí mismo porque ahí encuentra las cosas que realmente necesita, pero a pesar de esto el exterior nos atormenta y seguimos insatisfechos con lo que tenemos, queremos más, queremos alimentar nuestro ego, conociendo más, sabiendo más, tener algo que decir, algo que contar, vernos ante todos como una experiencia de la vida misma y no un simple número.

Todos necesitamos metas, propósitos para seguir adelante, por más lejanos que estén, eso es lo que hace que cada persona se levante cada día y tenga algo porque luchar, por comprarse una mejor casa, por viajar alrededor del mundo, por aprender algo, o por cualquier propósito por insignificante que parezca. Esos propósitos son los que hacen que exista el mundo y que cada día se cumplan lo que llamamos sueños y logremos metas que nos hagan creer que somos felices. Pero al final siempre queremos más, o cambiar algo que ya hemos conseguido, y seguimos alimentando el falso ego de poseer algo, material o inmaterial, que nos haga ser importantes. En el momento en que dejemos de buscar todas esas cosas y que nuestros propósitos sean más profundos sin la necesidad y el objetivo de alimentar ese falso ego, será el momento en que comencemos a comprender la realidad de todo aquello que debemos hacer y el por qué de tantas cosas que creemos entender pero que simplemente obviamos por las cosas que nos rodean.


 Todos estamos dañados, todos tenemos secretos, todos ocultamos de nosotros mismos miedos, fobias, furias, trastornos, así como también la bondad, el amor, la dulzura, el cariño, la felicidad y la capacidad de transmitir todo lo positivo a los demás sin necesidad de esforzarnos tanto. Algunos prefieren ver el mundo desde un punto de vista melancólico, quizás eso les da lo que necesitan para poder seguir adelante tratando de arreglar los arduos caminos que se encuentran. Otros prefieren ignorar todo aquello que parece salido de una fábula y viven más con la carne. Otros tantos prefieren ver el mundo como un rayo de sol que todos los días nos alimenta de oportunidades para ser mejores. Sea cual sea la visión el fin es el mismo, algunos se alejan más y otros están más cerca. Pero sin importar la visión del mundo que tengamos lo importante es nunca buscar afuera, jamás aferrarse, jamás dar nada por hecho, siempre mirar hacia adentro, todo lo que uno necesita se encuentra ahí, esperando ser encontrado.