2/8/13

Ausencia

Una de las tantas cosas que suceden hoy en día por la interconectividad de la gente es que realmente estamos menos conectados de lo que creemos. Hoy uno puede desaparecer de la “realidad”, esa creada por la tecnología moderna y demás, y así no más deja uno de existir sin que nadie se de cuenta. Nos hemos hecho totalmente dependientes de notificaciones que nos hagan saber que otros siguen con vida, que están ahí, realmente la importancia de dichas notificaciones y demás no son relevantes, no nos interesa tener una idea de lo que realmente está pasando en la vida de la otra persona en sí, solamente es una señal de vida que indiferentemente nos reconforta.
Al final solo es un cúmulo de información que se asimila lo suficientemente rápido para ser olvidada a los dos minutos, pero que genera quizás las suficientes endorfinas en nuestra cabeza para conectar y hacer las transacciones cerebrales necesarias para satisfacer nuestra humanidad con saber que ese otro lado está ahí, no importa en qué circunstancia, pero está ahí. Uno desaparece y nadie se da cuenta, y si se dan cuenta son lo suficientemente indiferentes para poder buscar otras vías de comunicación, menos indirectas pero igual de alienantes, para conocer los motivos de dicha desaparición. En conclusión realmente uno no tiene ninguna importancia en la vida de nadie, claro siempre hay unos que se encuentran fuera de los círculos modernos y son más reales, pero cada vez éste tipo de personas se reducen en número y así pasa uno a ser, precisamente un número, que va y viene, y es más importante para muchos el no tener ese número en sí que lo que representa.
La humanidad desde hace varias décadas se ha sumido en la banalidad, en cantidades alarmantes ya un ritmo vertiginoso, eso parece no tener retroceso, cada vez la gente se vuelve un poco más idiota, no por gusto ni por que realmente lo quieran, quizás es algo ya circunstancial e inevitable, la mayoría ni siquiera lo piensan porque ya no tienen ni la capacidad para hacerlo. Es claro que este tipo de personajes busca excusar dichas actitudes sobresaltando las bondades de dichos medios o formas de interacción con el resto del mundo, pero esas ya no son válidas y más que comprobadas que no garantizan una mejor ni más conectividad sino simplemente simpleza y mediocridad al hacerlo.
Es un argumento de nunca terminar, y además eso ya está aquí para quedarse e invadirnos más. El problema en sí no es ese, la verdad da igual o no que se quede o no, si por alguna razón llegara a faltar simplemente se retornaría a otros métodos o medios o nos inventaremos algo nuevo eso es lo de menos, algo que realmente no tiene importancia. La banalidad es necesaria, sino existiera la banalidad en la vida humana, jamás cometeríamos idioteces, ni habría libertades, muchas veces idiotas, pero libertades al fin y al cabo que han permitido a la humanidad, mal que bien, seguir adelante y forjar la sociedad, de nuevo buena o mala, que hoy tenemos. Las cosas banales nos hacen olvidarnos de las cosas más elementales de la existencia, cosa que no está mal porque nadie puede estar todo el día todos los días pensando en trascendentalismos, pero llevados al exceso se vuelve algo monótono y aburrido.
Creo que eso es lo que sucede ahora, todos creen estar en contacto, recordar a ciertas personas, ser parte de algo, cuando al final uno puede desaparecer y nadie se da cuenta, lo más irónico es que solamente se dan cuenta si revisan que uno esté en medio de esa conectividad virtual, si el número mágico no se ha reducido, sino se preocupan. Eso todavía es pasable, pero el hecho de no buscar la manera de retomar, el número, contacto o lo cómo lo quieran llamar, es algo inexcusable.
No vale la pena pelear contra lo inevitable, pero dejar de lado la humanidad y dejar de lado aquello que realmente nos acerca y nos hace lo que somos es algo que jamás dejaré porque al final con o sin nada de lo demás es lo único que al final nos queda. Al final todo esto sirve solamente para comprobar la importancia de un ser contra la importancia de un collage de imágenes sin sentido, comentarios medio sabios y un mundo que nos mantiene es más desconectados que conectados a la vez. Es tanto lo que hay que al final no se retiene nada ni importante ni insignificante de estar ahí todo el tiempo revoloteando sin saber realmente lo que se está buscando.
Me da tristeza por la mayoría de la gente que de alguna manera está pegada a ello, por tantos motivos como gente existe en el mundo, muchas veces no es ni siquiera por estar conectados o en contacto, muchas veces es un desespero por llamar la atención, muchas veces es la única manera de tener contacto, muchas veces es simplemente algo para matar el tiempo porque ya se ha perdido la costumbre de encontrar mejores cosas para hacer con el poco tiempo que tenemos en una vida tan frágil como la que tenemos.
La banalidad es necesaria, todo en su punto justo, hay que tener equilibrio, hay que saber manejar la balanza y mantenerse de lo dos lados al mismo tiempo, ahora parece que la cosa va más hacia un lado que hacia otro. No todo es malo y como en todo hay que saber encontrar el lado positivo de la masividad ridícula que se vive ahora, siempre hay cosas rescatables y hay que saber dónde buscarlas y saber aprovecharlas.
Al final del camino me gusta saber con qué cuento y con qué no, con quienes y con quienes no, saber que la ausencia es o no relevante para algunos o no es algo que me satisface, me hace más ligero y de cierta manera me da toda la libertad para poder tomar actitudes y decisiones sin tener por decirlo de alguna manera ninguna compasión con los resultados o sin tener que sentir remordimiento alguno por algunas cosas, como solía sentirlo antes quizás por ese poco más de humanidad que a veces queda por ahí. Es claro que ésta no va a desaparecer pero digamos que es manejable de otras maneras y se acudirá a ella cuando realmente sea necesario. La vida sin las banalidades es algo aburrida no se puede negar, las banalidades son divertidas, ya sea para gusto personal o para burlarse muchas veces de cosas ajenas y ser completamente indiferente ante ellas, por los motivos que todos tenemos para cierto tipo de cosas, pero se ha llegado a un extremo insoportable, ahora es mejor estar completamente alienado de todo eso, aunque suena algo paradójico, para tratar de recuperar todo aquello que realmente vale la pena y nos hace lo que somos, por lo menos para los pocos que quedamos.

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