2/8/13

Hay que quemarse

A mi me gusta la gente que ha sido quemada, aquellos que han pasado por lo más profundo de su lado oscuro, han tomado malas decisiones conscientemente, pero que a pesar de ello asumen con responsabilidad cualquier consecuencia que esto conlleve. Es más a veces muchos recaen, y vuelven por el mismo camino una y otra vez. Me gusta la gente que ha pasado por los profundos pozos, que ha tenido que vivir, por gusto o por cosas de la vida, circunstancias que cada vez hace que se fortalezcan más ante ellos mismos y todo lo que los rodea.
No se trata de auto indulgencia, no me gustan los aquellos que son sórdidos y simplemente habitan en los bajos mundos por probar algo o mostrar algo por alguna carencia personal. Lo sórdido no tiene nada de excitante, carece de alma, de feeling, de cuerpo, de sentido, y evidentemente es algo mucho más oscuro y remoto de lo que uno podría imaginarse, es un lugar para respetar, quizás para hacer una pequeña visita, pero jamás para permanecer.
A mi me gusta la aventura, esa mala, esa espina, esas cosas en las que uno puede sentir remordimiento pero al mismo tiempo un fresquito por haberlo hecho, pasado, o vivido. Los altibajos son mucho más emocionantes que las residencias permanentes, hay que ir adaptándose, hay que camuflarse con el entorno, probar, lanzarse, tomar el riesgo, y luego volver a subir, estar en la cima y mirar el vacío de una manera objetiva y analítica, es quizás la única manera de mantenerse mentalmente sano en este mundo demente.
La demencia temporal es lo que atrae, esos pequeños momentos de locura, de idiotez, que van y vienen a veces sin esperarlos, muchas claro son planeados y se busca un objetivo, igual al final lo importante es precisamente no llegar a ningún objetivo, es dejar todo abierto, dejar los ciclos, dejar la oportunidad, esa puerta ahí abierta que siempre nos coqueteará para que la atravesemos, y conozcamos lo que existe al otro lado. Me gustan aquellas personas que han caído en tentaciones, esas que se dejan llevar por aquello que no sabemos, ese instinto natural y animal que nos lleva y nos impulsa a lugares desconocidos, igual siempre después de caer en la tentación lo mejor es simplemente hacer una nota, cerrar aquellas puertas que no son demasiado convenientes y seguir adelante, el recaer ya se volverá un vicio y un espacio imposible de dejar.
Es por eso que lo sórdido, la auto indulgencia, el snobismo exagerado de una sociedad post moderna, me produce repugnancia y náuseas. Es imperdonable que se pierda tan fácilmente la esencia, el alma, la chispa que todos cargamos por cosas completamente ridículas, mantenerse en lo sórdido como una manera de escapar, de pretender, de aparentar para un montón de gente que no tiene ni cómo responder por ellos mismos y mucho menos ante el mundo real que existe. La sordidez es la tristeza y expresión máxima de desespero del ser humano, es un lugar que hay que conocer, quizás para algunos sea muy tentador permanecer, de eso se trata, pero al final se pierde todo, se olvida todo, y dejamos realmente de existir en medio de un círculo vicioso que nos envuelve y nunca nos hace ir hacia adelante.
Los altibajos son los excitantes, el poder mutar y cambiar de escenarios, el estar constantemente subiendo y bajando o permaneciendo estáticos sin expectativas, sin cargas, solamente el vacío que siempre está en frente de nosotros. Es inevitable sentir la necesidad de controlar lo que nos espera, imaginarnos una vida llena, o carente, de ciertas cosas, los deseos nos mueven, nos motivan, a veces nos traicionan también, pero son algo que no podemos eliminar y que constantemente nos recuerda nuestro personal para qué y por qué del día de mañana.
Hay que sucumbir, es la única manera de sobrevivir, las cajas de cristal, ese mundo ideal no es más que la utopía de una humanidad que nunca ha sabido para dónde va, de un rumbo incierto, y a todos nos han mantenido en ese nivel de tratar simplemente de seguir, sino se sucumbe no hay gloria, no hay alegría, no hay pasión, no se puede domar la vida. Sino se sucumbe todo mantiene un sentido falso e irreal que nos consume de a poco, hay que sucumbir, hay que aprender a hacerlo para poder dominarlo, jamás hay que quedarse, ni hundirse en lo más profundo, pero si hay que haber tocado el fondo, hay que domarlo y luego jactarse ante el mundo real de cualquier cosa que venga de frente.
Me gusta la gente golpeada, arrastrada, sufrida, que tiene algo realmente que decir y por qué sentirse orgullosa, gente que ha sucumbido y ahora son amos y señores de cualquier otro salto al vacío, así no sepan que es lo que les espera. Pero detesto la pretenciosidad de aquellos que se mantienen el fondo para mostrar algo que no son para poder medianamente controlar todas sus carencias, porque no tienen otra manera de hacerlo, no tienen cómo luchar porque se dejaron vencer por el espejo que ellos mismos han ideado de lo que quieren reflejar. Nada como unas buenas batallas, cicatrices y una mirada que muestre esos caminos recorridos y luchados. Todos aquellos por debajo, están perdidos, todos aquellos que jamás se han tomado el trabajo de conocer la realidad de sus propios límites son patéticamente desagradables, todos ellos sobran y son lo que carcome a la humanidad, los que siguen luchando, cayéndose, levantándose, a la espera, lanzándose al vacío, esos son los que realmente están en el camino, ese que al final los llevará a la verdad absoluta, en el momento menos pensado, y esas personas son las que valen la pena siempre tener cerca, son aquellas que siempre sin importar qué, ni cómo, nos harán crecer y mantenernos con la cabeza en alto para seguir batallando cuantas veces sea necesario.

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