Saber que las horas nos separan, los años, los días, los momentos que jamás hemos vivido juntos y el arrollo que une las dos orillas tan distantes. Esas interminables horas, esas que nos acercan pero no dejan que nos unamos, las horas que abarcan una distancia tan inmensa como las gotas que se le pueden robar al mar.
Y pensar que al final es tan poco, solamente unos millones de segundos entre aquí y allá, entre allá y un poco más acá. Saber que al final no hay más remedio ni escapatoria que mirar de un lado al otro, esperar que florezcan o no las semillas que han sido lanzadas al otro lado. Tan poco es lo que falta pero es tanto lo que todavía no sucede, que todos estos años, estos días, estas letras y la tinta que se extingue con cada respiro, no son más que la melancolía de aquello que nunca jamás sucederá.
Es una nostalgia enorme saber de antemano lo que sucedería pero no va acontecer y que se desliza por las manos como granos de arena, sin poderlos contener, como el tiempo, los millones de segundo que nos unen y cada vez nos separan más. El aire no será suficiente para que lleguen a ti todos los pensamientos envueltos en trozos de papel, esos que nos unen y nos separan, esos que le dan a la palabra nostalgia su más intenso significado. Ni siquiera la melancolía podrá destrozar esos días, esos años, esas pequeñas horas y tan pocos segundos en que podríamos acercarnos sin saberlo.
No habría ninguna otra manera de concluir tan no grato final que dejando que la vida se resbale por la punta de los dedos y se devanezca entre los colores del otoño que no tiene misericordia. No existe otra forma de abandonar a la suerte, si es que aún nos acompaña, todas las sonrisas, recuerdos que morirán antes de nacer, y aquellos pequeños instantes en que conoceríamos la felicidad. No hay otra manera de concluir algo que jamás tendrá un comienzo, porque el destino es irónico con toques de crueldad pura que es como una daga atravesando el alma del espíritu, que es más que la muerte que cualquiera podría desear.
No hay otra manera más de terminar aquello que nos aleja sino cortando de raíz el problema. Hay que matar los años, los días y las horas, hay que detenerlas dejando que la vida se escape por cada poro de humanidad que me quede, y suspenderlos en el aire, esperando que llegue la primavera y mejores vientos soplen para que cada partícula mía se acerque a ti. Es la única manera de terminar aquello que no comenzará, porque hay mucho espacio entre estos días, estos años, y las horas Julieta…… las horas. (Adrymedina88 )
Y pensar que al final es tan poco, solamente unos millones de segundos entre aquí y allá, entre allá y un poco más acá. Saber que al final no hay más remedio ni escapatoria que mirar de un lado al otro, esperar que florezcan o no las semillas que han sido lanzadas al otro lado. Tan poco es lo que falta pero es tanto lo que todavía no sucede, que todos estos años, estos días, estas letras y la tinta que se extingue con cada respiro, no son más que la melancolía de aquello que nunca jamás sucederá.
Es una nostalgia enorme saber de antemano lo que sucedería pero no va acontecer y que se desliza por las manos como granos de arena, sin poderlos contener, como el tiempo, los millones de segundo que nos unen y cada vez nos separan más. El aire no será suficiente para que lleguen a ti todos los pensamientos envueltos en trozos de papel, esos que nos unen y nos separan, esos que le dan a la palabra nostalgia su más intenso significado. Ni siquiera la melancolía podrá destrozar esos días, esos años, esas pequeñas horas y tan pocos segundos en que podríamos acercarnos sin saberlo.
No habría ninguna otra manera de concluir tan no grato final que dejando que la vida se resbale por la punta de los dedos y se devanezca entre los colores del otoño que no tiene misericordia. No existe otra forma de abandonar a la suerte, si es que aún nos acompaña, todas las sonrisas, recuerdos que morirán antes de nacer, y aquellos pequeños instantes en que conoceríamos la felicidad. No hay otra manera de concluir algo que jamás tendrá un comienzo, porque el destino es irónico con toques de crueldad pura que es como una daga atravesando el alma del espíritu, que es más que la muerte que cualquiera podría desear.
No hay otra manera más de terminar aquello que nos aleja sino cortando de raíz el problema. Hay que matar los años, los días y las horas, hay que detenerlas dejando que la vida se escape por cada poro de humanidad que me quede, y suspenderlos en el aire, esperando que llegue la primavera y mejores vientos soplen para que cada partícula mía se acerque a ti. Es la única manera de terminar aquello que no comenzará, porque hay mucho espacio entre estos días, estos años, y las horas Julieta…… las horas. (Adrymedina88 )
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