7/7/09

Eso de conocer personas

Eso de conocer gente tiene su encanto y no siempre las situaciones favorecen la situación, valga la redundancia. No se por qué pero siempre me ha causado mucha curiosidad aquello del contacto interpersonal con nuestros semejantes, como una cosa inevitable de la existencia, como eso de tener que dormir y comer para poder sobrevivir. Yo aunque muchas veces paso por misántropo, la gran mayoría del tiempo podría decir, pero aparte de esa cualidad o característica personal, las relaciones interpersonales me parecen de las cosas más extrañas de la vida humana.

Conocer personas no es difícil, es más bien difícil la situación en las cuáles se llega a conocer a esas personas. Usualmente, poniendo solamente un ejemplo de tantos que pueden existir, uno conoce gente por gente que ya conoce. Digamos que esa gente que uno ya conoce la conoció de infancia, del barrio, del equipo del colegio, de la ruta, el vecino, porque las madres y padres se conocían. De ahí la vida de cada uno toma caminos ligeramente aparte, pero sin embargo el entorno del barrio, colegio, o inclusive de la universidad, así sean diferentes carreras, se mantienen, pero ahora hay otros círculos a los que uno llega nuevo y comienza a abrirse campo. De esos nuevos amigos uno comienza a presentarse mutuamente a los viejos amigos. Ésta es la manera más fácil de inmiscuirse en un nuevo círculo sin dejar el propio y al mismo tiempo con menos preguntas, más casual y con más referencias del nuevo compañero de grupo.

Esto debido a que el introducir un nuevo miembro en un grupo existente tiene aquello de la introducción, el es fulano o fulana lo conocí en la misma clase, bus, fila, etc, le gusta esto y lo otro y pues es un bacan o bacana. Y este es mi amigo de toda la vida sutanito que pues le gusta esto y aquello y lo otro. Y ahí comienzan a inmiscuirse las vidas, se comienza a compartir un pequeño espacio entre todos los presentes hasta que de a poco el nuevo personaje, aunque nunca llegará al nivel del amigo de ruta, barrio y demás, hace parte ya de un grupo, sin dolor, sin tener que hacer mayor esfuerzo, simplemente la circunstancia de llegar de un lugar común con una persona para luego pasar a otro lugar común de esa persona con otra persona y así sucesivamente.

Esta es quizás la manera más fácil de conocer gente, la más común y creo que la más placentera. Lo digo porque creo que lo han vivido todos y no creo que haya más que añadir al asunto. Ahora bien esto no tiene mayor misterio. Pero existe otra situación, en la que no sé si muchos han estado pocas o muchas veces, o quizás nunca, pero yo si lo he vivido y muy seguido y me parece más interesante, por el reto que merece, pero a la vez por momentos bastante estresante y sin muchas salidas, en ocasiones.

La manera a la que me refiero es a la de conocer a un completo extraño, ese personaje que no comparte nada con nosotros, ni ruta, universidad, clase, profesor, amigos en común, barrio, ni nada. Esa persona que a diferencia de los primíparos que están en la misma situación al ingresar a una carrera y necesitan comunicación y entablar relaciones, es completamente ajena a todo, claro obviamente ese ajeno no es estrictamente semántico, obvio que el personaje comparte la vida, el país, la ciudad y ese momento en el que se encuentra con uno, pero saben a lo que me refiero con que no comparten nada de nada.

Es ahí cuando las primeras palabras pueden ser determinantes para la futura relación interpersonal, sobretodo si es una mujer, en mi caso, que llame la atención y que de alguna manera produzca ese acercamiento, ahí la cosa es más complicada todavía. Pero eso por ahora no importa. El caso es que conocer a un completo extraño conlleva ciertas circunstnacias hilarantes, ridículas y a veces frustrantes. No hay punto de conexión, no hay punto en común, el saludo es tibio, es sin convencimiento, el tema de conversación se vuelve pesado, los silencios, que para mí son agradables en una conversación, se vuelven pesados y más extensos de lo normal. Es un momento tensionante, es como si fuera un momento culminante en la vida de cada quién, una plabara puede determinar una cadena de eventos inimaginada, tanto positivas como negativas y todo mientras uno se queda pensando.

Al final no es tan dramático como puede sonar, o como creo que me puede suceder muchas veces, y la vida sigue su curso, seguramente porque así tiene que ser y si pasan los miles de eventos desafortunados o no igual así es la cosa. Pero lo que pasa después no importa, o por lo menos no a mí. Es el momento, es esa adrenalina de conocer a veces excasamente el nombre de el interlocutor, es ese momento de sudoración de decir la siguiente frase, de no tratar de impresionar pero de no tratar de decepcionar, encontrar ese punto medio ese punto donde uno es auténtico, sin nada más que lo que uno es en frente del otro. Claro que uno tiene sus días, sus estados de ánimo, sus momentos y así el desconocido que tenemos en frente, lo cual hace que el momento, la adrenalina de lo que podría ser y demás se vuelve una sensación tanto placentera como decepcionante.

Eso de conocer personas es extraño, porque son extraños realmente, esas son las verdaderas personas que uno conoce, no los amigos de amigos de amigos, porque siempre existe quizás un poco de diplomacia frente a los amigos de los amigos, por respeto a nuestro amigo. Siempre hay un poco de discreción y de saber llevar las cosas, por más de que muchos de ellos nos caigan mal, de llevar las cosas lo mejor posible. Porque más allá de que no nos guste, tenemos respeto por lo semejantes y más cuando hay alguien que estimamos involucrado. Es por eso que el conocer gente es algo extraño, eso de sentirse compleamente desnudo frente a alguien es especial, es único, es una sensación increíble, saber que pudo o no pasar es otra cosa, y que la vida siga su ritmo y ese extraño no sea más que una anécdota que recordar, es otra cosa. Pero no hay nada como esa sensación de ver al extraño, de sentirse uno mismo el extraño, de no estar en ningún lado, de no tener alguien que rompa el silencio por uno, que estire la mano primero, que tome una iniciativa. º

Al final es como estar frente a nosotros mismos, unos completos extraños tratando día a día de conocernos, vernos al espejo, y tratar de decir esas primeras palabras que nos alegren el día, que nos den un curso de actividades, que nos hagan sentir bien, mejor o a veces mal o peor de lo que nos sentimos. Al final todos somos extraños y esa adrenalina de conocernos es quizás de las mejores pero más extrañas e inexplicables sensaciones que vivimos durante la vida, muchas veces se gana, otras se pierde, y otras veces seguimos siendo extraños, a pesar de los intentos.

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