12/3/09

Cuanto espera la espera

Últimamente me he preguntado si la espera tendrá un punto límite en donde se canse de estar estática y se mueva, se vaya, se canse y simplemente se ponga de pie y se retire. Es interesante saber hasta que límite podemos concebir el límite, hasta que punto podemos simplemente sentir esa sensación de no va más y mandar todo al demonio y dar un paso realmente adelante. No hemos aprendido quizás a hacer algo para salir de otro algo que nos mantiene estáticos y esperando eternamente. No me refiero a la espera casi inevitable del tiempo, ya que el mismo tiempo debe aburrirse de esperarse a sí mismo. Me refiero a la espera real de que algo, cualquie cosa, tenga alguna trascendencia más allá de una anécdota, un comentario, un momento que pasa inadvertido o una sonrisa sin ningún motivo por algún recuerdo, esperando, que simplemente por alguna razón resultó en medio del olvido.

Realmente la espera tiene que tener un límite, no puede ser eterna, no puede ser como el tiempo que se espera a sí mismo, o por lo menos yo no lo quiero ver de esa manera. Quiero tener la esperanza de que algún día el sol dejará de ser amarillo, y dejará de dar luz. Tengo la esperanza de que un día no respire aire, y que no tenga que sonreir o saludar o ser amable con los demás. Espero que un día un perro me hable, un pájaro me cante melodías más hermosas que las que he escuchado, espero realmente que un día me levante y me eche a andar. Creo que todos estamos esperando constantemente a que la espera se aburra, a que algo, una fuera sobrenatural o algo así, nos empuje sin pensarlo y nos haga movernos, sin pensar, como zombies, de una manera diferente a los zombies que somos ahora, pero de la misma manera que nos traslade sin saberlo a algún lugar, seguramente utópico, donde realmente dejemos de esperar y comenzemos a actuar.

Mi espera, a veces lo pienso, se esta agotando, creo que se ha cansado de estar con los ojos abiertos esperando, buscando en el horizonte, mirando a un lado y al otro por algo que surja, que ocurra, una tormenta, una gota de lluvía un aullido de lobo con los ecos del olvido que retumben. El tiempo se cansa de esperarse a sí mismo, pero le da a la espera la angustia de tener que soportarlo. Y es casi insoportable realmente tener que soportar una espera sin realmente tener una idea real de cuando se dara el momento de dejar de esperar, para de alguna manera seguir esperando otra cosa. Están las jerarquías de espera, y como usualmente sucede aquella de más edad es la que prevalece y se aferra a su lugar, todavía conservando una esperanza generalmente ridícula e inútil, de que tarde o temprano dejará de esperar. A veces puede ser derrocada por aquella que con la intensidad e impulso de la juventud supera ese asentamiento que parece eterno y hace que por momentos uno se confunda más y luego quizás piense en esperar otra cosa.

Mi espera se ha hecho vieja ya, quizás hasta esté viviendo tiempo extra, de alguna manera se está alimentado de las que le siguen o poco a poco me irá matando hasta consumirme o simplemente esperará eternamente, hasta que el tiempo se canse de jugar a esperarse y darle tiempo a la espera, y muera conmigo, sin nunca conocer la tierra prometida. A veces siento que hay momentos en que realmente estoy dando el paso adelante y que algo me fuerza a seguir derecho, esta vez sin mirar atrás, sin mirar a nadie y simplemente concentrame en lo que viene adelante. Pero al mismo tiempo después de unos pasos las raíces de aquella espera vuelven a ralentizar el camino y volverlo igual que antes, con otra vista, con otro aroma y con otra perspectiva, pero la espera sigue ahí a pie de cañón sin cansarse, sin dar un paso atrás y peor aún sin decir una palabra.

Lo más complejo y quizás paradójico del asunto es que la espera parece ser algo ajeno, fuera de nosotros, algo que fue plantado en algún momento sin que nos diéramos cuenta y de pronto esta ahí, mirándonos de cerca, con la mirada fija, sin respirar, conociendo todos nuestros secretos, escudriñando y violando nuestra privacidad hasta desnudarnos más allá del alma y sin embargo sabemos exactamente que está, o estamos esperando, pero parece que no fuera parte de nosotros. No podemos conversar, no podemos hablar, no podemos decir absolutamente nada, ella controla, ella no responde preguntas, ella no propone, no discute, no da opiniones, simplemente es, está ahí presente todo el tiempo pero no parece ser parte de nosotros. No podemos controlarla, no podemos simplemente olvidarla, es como si no estuviera ahí, pero es la espina que nos sigue a todo lado, la que esta siempre observando, expectante, pero jamás se mueve. Inclusive en el momento en el que esa espera se detiene, porque ha llegado lo esperado, se va, se desaparece, se esfuma sin decir nada, simplemente deja de estar y con el tiempo uno se da cuenta que hay otra nueva en su lugar, pero solamente porque nos la encontramos directamente a los ojos, respirando en la nuca y fija y estática como la anterior. Pero ni siquiera nosotros mismos sabemos en qué momento ha desparecido todo aquello que parecía simplemente arraigado más allá de lo comprensible en nosotros.

La espera tiene eventualmente que cansarse de esperar, la espera no espera por siempre, descartando el hecho de que nosotros perecemos, la espera quizás pueda trascender la muerte y seguir ahí, arraigada al infinito esperando. Pero aún así, en algún momento debe quitar la mirada, bajar los brazos, morirse de sed y finalmente desplazarse, irse, sin haber conseguido su objetivo. Me pregunto si en algunos de esos días que pasan, que parecen no estar esperando, se acerca el fin de mi espera, siento una respiración pesada y ese impulso de solamente ir. Pero todavía no ha llegado ese día, quizás nunca llegue, de pronto es solamente la espera carcomiéndome la cabeza y jugando mientras sigue observando. A veces son simplemente visiones y respiro y vuelvo al mismo camino de siempre, otras veces siento que algo me impulsa, pero es más fuerte el no escuchar y mantenerse que hacerle caso a esa voz que parece propia pero es completamente extraña.

Toda espera tiene que cansarse de esperar, es lo natural, es el proceso de todo aquello que existe en la vida, es lo que sucede cada día, con cada segundo que espera al siguiente sabiendo su inevitable muerte y resurrección. La pregunta es cúanto tiempo espera la espera, y si estaré cerca o lejos de que se canse, se dé por vencida y asuma que definitivamente todo aquello no es más que un lejano horizonte con ese tono imposible pero perfecto, de ese atardecer de ese día cualquiera pero diferente y de ese quedarse siendo, como todo lo que es, en medio de cualquier lugar, en el sitio perfecto y ahí en ese parpadeo saber que todo terminó y que el próximo paso será el comienzo de otro camino y de otra nueva espera.

No hay comentarios: