2/2/09

Divagaciones

Ya ni siquiera el frío corazón del fuego podrá determinar el paso a seguir. Estamos solos y abandonados a la suerte de la niebla de nuestros ojos y aquél color sepia que marca nuestro futuro. Aquellos rostros han quedado en cenizas, poco a poco se van consumiendo todos los rastros que han dejado atrás las rosas azules, esas que una y mil veces acariciaron los rostros de tantos desconocidos en medio del camino.

Una mirada va y otra viene, rostros, todos diferentes, pero en el fondo todos iguales, con la misma llama que enciende la vida, al fin y al cabo no hay nada más peligroso que vivir, es quizás la tarea más díficil que tienen nuestras manos. Sin importar quienes sean todas aquellas miradas que se han cruzado en el camino se extinguen segundos después, es un bombardeo de historias, únicas, ajenas, frías y distantes en medio de la sombra de la montaña que opaca cada caricia y suspiro que el aire nos regala. Ya ni siquiera el frío corazón del fuego puede incrementar el deseo de lo caníbales extravíados en medio del amor, esos que se comen el amor como si fuera un pequeño mundo que puede ser pisoteado como una cucaracha repugnante que se cruza por el camino.

A la final nada tiene mucho sentido, todos esperamos vivir el cuento que vemos que otros viven, y que esos otros creen no estar viviendo y quieren vivir el cuento que creen que nosotros vivimos. Todos esperamos la primera y la última mirada, esa que no diga nada pero nos lleve a la eternidad casi infinita de todo eso que buscamos. Pero el frío y el fuego conspiran para ser lo mismo y lo opuesto todo el tiempo, y siempre tendremos calor con un poco de frío y sentiremos el frío que se entromete en nuestro pecho pero que calienta el alma. Ya no se siente nada, al final puede más el frío, terco y lejano corazón del fuego que el calor mismo y predomina esa llama lejana dominante.

Todo es tan relativo, como si realmente estuvieramos aqui, como si realmente todo significara algo, todo ese sentido que le damos a cada cosa, que solamente son cosas, lo efímero en su máxima expresión, lo más irracionable que puede existir, pero así le damos el sentido al fuego que nos quema por dentro, pero nos mantiene por fuera andando, podemos quemarnos una y mil veces y ni las caricias de la brisa, ni los besos del viento, ni los clamores de los árboles danzando al ritmo del cielo que se cierra a cada mintuo y nos miente con cada coloración azul que nos muestra en la mañana. Hasta el mundo miente porque creemos que somos la verdad, porque en nuestras manos esta el poder de negar, de dar placer, de lastimar, en nuestros ojos se encuentra encerrada el alma, esa que quiere escapar a cada parpadeo pero que quizás es demasiado cobarde para abandonarnos.

Ya ni siquiera el calor del frío podrá concluir todo aquello que el otro termino, no existen más o menos pasos, las rosas azules se marchitan y dan paso a otras tantas de diversos colores que harán entristecer y alegrar a miles de almas encarceladas en medio de la mentira que dicen nuestros ojos y en búsqueda del tiempo, ese que se ha perdido, ese que creíamos tener alguna vez en nuestras manos, y que en realidad siempre nos ha tenido en las suyas. Ya ni siquiera el pedir al cielo con los ojos cerrados impedirá que la lluvia, esa lluvia tan pura que es tan dócil y altrusita de tocarnos la piel, podrá impedir que siempre una y otra vez miremos al fondo de la hoguera en dónde hemos quemado todo aquello que somos, tratando siempre de cambiar todo aquello por algo, que al final resulta ser siempre igual, con miradas diferentes.

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