27/1/09

Lo que queda

Y no queda nada bajo la superficie, ni siquiera los escombros de lo que alguna vez fue. No queda nada bajo los escombros. La luz se ha desvanecido mientras deambula en medio de la oscuridad, tratando de hacerla visible, pero es demasiado tarde. Quedan las piezas sueltas de palabras que nunca fueron nombradas, letras que se conjugaban perfectamente en esas cartas que nunca llegaron, esas que nunca se escribieron. Pero bajo la superficie no queda nada, ni siquiera la más remota gota de suspiro, ni siquiera una gota de olvido, de amor, de desecho, de futuro o de pasado. Bajo la superficie no queda más que el intenso ruido de la nada que lo colma todo y parece consmuir de a poco lo que queda.

Se han ido todas esas lágrimas, todas esas risas, esos párpados y esas caricias al alma que tanto le gustaban. Ahora solamente queda seguir andando, en medio del bullicio silencioso de un pantano de palabras que tratan de salvarse de su inevitable olvido. Se oye el romper de una hoja y aullan las palabras que han sido mutiladas sin piedad, sin ni siquiera haber logrado nacer y expresar tan profundo sentimiento para las que fueron creadas. Parece una masacre, algunos pequeños pedazos aquí y allá de lo que pudo haber sido. Así mismo cada rasgado sobre las palabras es una cicatriz más en el alma, un sonido menos que producir, una lágrima más que perder y un paso en vano adelante.

Ha sido una guerra injusta, como casi todas, una guerra que antes de comenzar ya estaba perdida, pero que sin embargo tenía ese aroma a coraje inevitable grito de batalla. Pero era solo contra el mundo, el resto, los demás, esos aquellos que miraban siempre con recelo, los que mataban con dagas en sus ojos, los que sin decir nada y con un ademán espantaban cualquier intento de suspiro que quisiera emitir. Sí, solo contra el resto, todo aquello que lo rodeaba, sus armas nada más que una pluma, algo de papel, un poco de esperanza, un poco de pasión, de humanidad y también altas dosis de abandono, para ser capaz de echar a la deriva tan preciadas combinaciones poeticas de vida en palabras sin sentido.

Ahora no queda nada bajo la superficie, todo ha sido masacrado por aquellos sordos que se han tapado los ojos y han decidio continuar sin escuchar ni ver la realidad de la hoja de otoño, de los besos de los enamorados, de las mentiras verdaderas, de las verdades falsas y de apretones de mano confiados. No queda más que un recuerdo propio de la lucha, esa batalla sin fin contra sí mismo sin pretender vencer a nadie, Solamente queda un vago pasaje de esa vida que se pierde cada vez más en los pantanos profundos de la incertidumbre de cada paso. Y se colma todo con un aroma tan dulce que parece mentira, un aroma que fácilmente podría trasladar a cualquiera a esos inmensos campos llenos de nada, de lo neutro, sin decir palabra. Aquellos campos que producirían la más profunda emoción en los corazones vencidos y olvidados. Ese aroma que nos promete otros tiempos, otros pasos, otras miradas. Tiempos sin apretones de manos, sin verdades falsas o falsas verdades, todo aquello que se supone y no es.

Pero desafortunadamente es solamente un pequeño instante de redención lo que acaba de zurcar los vientos y se desvanece así como todo lo demás, y pasa, y se olvida, y se mezcla con ese feroz aroma de realidad. Ya no queda nada bajo nadie, ni siquiera la nada queda, se ha evaporado todo en un instante, ese mismo instante en que se despierta desconcertado, perdido, mareado. Ese instante en donde mira alrededor y comienza a reconocer todo aquello que esta cerca, todo desaparece en ese mismo instante en que se abren los ojos y se encuentra frente a frente con sí mismo, jugando en medio de una sopa de palabras, esas que se escaparon y se fueron a jugar con la lluvia, aquellas que morirán de pulmonía y jamás podrán ser pronunciadas de nuevo. Ya no queda nada, ni bajo la superficie, ni sobre ella, todo se ha ido con el chasquido de los dedos, que nos hace despertar y hace que toda realidad se convierta en todo aquello que consideramos una, pero que no es más que la gran mentira que vivimos.

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