11/11/08

El retrovisor

A veces la vida es como un espejo retrovisor y nosotros somos los que andamos al volante de un carro sin rumbo fijo, y todo aquello que vamos dejando detrás lo podemos observar por nuestro espejo. A diferencia de andar por una carretera y levantar polvo e ir dejando el paisaje a un lado, el paisaje no cambia, el camino permanece igual, la misma montaña no se moverá de sitio, el árbol, la piedra, y demás elementos que conforman el paisaje permanecerán intactos si no por siempre, por mucho tiempo seguramente.

En la vida real quizás lo que hacemos es tomar imágenes de eso que vamos dejando, capturamos instantes de todo aquello que nos va sucediendo, todo eso que vamos viviendo o que marca nuestras vidas queda plasmado como fotografías en nuestra memoria, que vamos colgando en un lugar especial de nuestra mente y que cuando queremos observar se convierte en nuestro propio retrovisor. A diferencia del retrovisor real, ese espejo que nos muestra el camino tal cual lo hemos dejado, nosotros tenemos la habilidad, buena y muchas veces mala, de capturar algo más que detalles sin sentido del cómo era la imágen ese día y poseemos la capacidad de involucrar sentimientos, palabras e inclusive recordar acciones idénticas a las vividas ese día.

Es por eso que pienso que quizás es mejor tener un espejo retrovisor, como el de los carros, que simplemente vaya dejando todo atrás y que cada vez que pasemos por el mismo lugar encontremos todo tal cual lo dejamos al pasar por ahí, solamente que se note la diferencia en el clima, el color, el día, la noche, pero que todo permanezca tal cual como lo dejamos en su momento, la piedra en su lugar, el árbol en su lugar, la montaña en su lugar y todo lo demás lo más intacto posible. Pienso esto porque como seres humanos que involucramos más que imágenes a nuestros recuerdos, nos aferramos no sólo a la imágen que tenemos en nuestra cabeza, sino a todo lo que ello involucra, el sentimiento, el momento, las palabras, como nos sentimos, y acontecimientos de un poco antes y un poco después.

Estas son quizás las imágenes a las que muchos nos aferramos, sé que yo me aferro a muchas cosas que aunque quedaron atrás y yo he seguido mi camino, las veo exactamente igual a como fueron antes, sin cambios de paisajes, sin cambios de color, de posición ni nada. Pero eso sólo sucede en los caminos cuando vamos manejando en un carro hacía algún destino, ese camino quizás no cambie nunca o muy poco y por eso lo conoceos y comenzamos a confiar de cierta manera en su recorrido. Pero en la vida real las cosas si cambian, uno mismo cambia aunque muchas veces no nos damos cuenta sino con el tiempo, pero en el caso de volver y mirar por ese retrovisor a veces pensamos que eso quedó plasmado tal cual en el tiempo y nada a cambiado, cuando realmente todo ha cambiado, hasta uno mismo ha cambiado y se aferra a esa imágen, cuando realmente ni siquiera esa es la imágen que uno quiere ver en el presente.

Desafortunadamente, pienso yo, quizás no avanzamos en todos los aspectos de la vida al mismo ritmo, uno continúa, el pasado queda atrás y es solamente un recuerdo, uno cambia, muta, se transforma y adquiere otros sabores, otras direcciones, y otros tintes. Pero en otros aspectos no avanzamos tan rápido como se quisiera, es como tener un tren tremendamente largo y el último vagón todavía está pasando por el mismo punto por el que la locomotora pasó hace tiempo y mandamos eso que queremos en los primeros vagones, siempre al último.

Siento en estos momentos que he pasado muchas cosas y han cambiado inmensidad de cosas, pero que cada vez que miro el retrovisor quedo estancado exactamente en esas imágenes, en sus momentos, en sus aromas, en sus sensaciones, en sus anhelos y todo ese universo paralelo que las rodea. Cúando en el fondo yo mismo sé que todo eso ha cambiado y que aunque recuerde lo que sentí ahora soy diferente, pero quizás por no tener eso que en ese momento marcó ese momento para el álbum de la vida, es que me aferro a volver a retomar esos sentimientos y permitirme el dejar entrar de nuevo cosas que han pasado hace mucho tiempo. Todo cambia, las cosas cambian y estoy seguro que mis paisajes antiguos no son los mismos en este momento, el arbol quizás ya no exista, la piedra ha sido desviada del camino, el verde se ha esfumado o a florecido, y demás cosas que han cambiado el panorama y que ahora todo es diferente. Pero la imagen puede ser más dura y absorberme con una fuerza tremenda que me traiciona mi mente y creo sentir querer volver a eso que estoy observando. Pero no, al final las cosas no son así, la verdad no quiero regresar, no quiero volver a ese punto, eso quedó atrás, solo queda una imagen que por sentimentalismo humano quise guardar por alguna razón que posiblemente nunca entenderé.

Es así como no avanzamos quizás al mismo ritmo en todos los aspectos de la vida, algunas cosas se quedan ancladas a sensaciones o ideas demasiado fuertes que no queremos soltar por algún motivo, mientras otras van avanzando a un ritmo endemoniado y estamos quizás siempre desbalanceados cuando llegamos al momento de pensar realmente qué es lo que queremos con nuestras vidas. Es inevitable tener un retrovisor, quizás es algo innato para sentir que nuestra vida tuvo motivos, tuvo sensaciones y momentos que valen la pena ser recordados, por un ego inmenso de nosotros mismos y tratar de hacer ver que nuestra vida si valió la pena, o simplemente para que alguien tenga algo que decir acerca de eso que dejamos atrás y esas risas y esos momentos que vivimos juntos y demás. Si lo pienso bien quizás es lo más inútil que existe, dicen que nuestra vida se hace por nuestra historia, que nos marca lo que hemos vivido y eso nos forja como personas. La verdad aunque puede tener parte de verdad y nuestro pasado marca muchas cosas de nuestra vida, lo que debemos preguntarnos es si realmente existe un pasado o simplemente lo inventamos nosotros para sentir que vamos en una línea de tiempo y que nuestra vida tiene un valor.

A mi me parecería mucho mejor ir por el camino sin retrovisor, sin nada que me haga ver atrás y sin nada que me haga captar imágenes que en algún momento aparezcan o yo retome por alguna razón en mi vida. Prefiero que el camino solamente sea el hoy y lo que puedo ver al frente y cómo lo preparo para seguir adelante y que el camino se mantenga firme y abierto para mí, pero sin mirar atrás, como manejar en la noche solamente mirando el camino enfrente con las luces delanteras, mientras que atrás es solo negro y no importa. Me gustaría poder eliminar ese retrovisor y andar hacia adelante y cambiar con respecto a lo que tenga que cambiar como se deba cambiar y siempre mirar en el presente lo que son las cosas, sin pensar por qué o por qué no he cambiado algunas cosas, o por qué me aferro a esas imágenes con toda su parafernalia que he coleccionado durante mi vida sin ningún sentido.

El retrovisor marca muchas cosas de nuestra vida, quizás eso es lo mismo que nos hace humanos, quizás por eso sentimos, lloramos, anhelamos, extrañamos y mil cosas más, no lo sé, no puedo ni creo que nadie pueda decirlo con certeza. Todos tenemos esas imágenes colgadas en una pared de nuestra memoria, y todos alguna vez vamos de vez en cuando a echarles un vistazo, para ver, recordar, martirizarnos o anhelar quizás eso que dejamos ahí y plasmamos como una fotografía que colgamos en nuestro muro. El retrovisor es aquello que nos hace quizás revaluarnos cada cierto tiempo y hacernos dar cuenta de qué ha cambiado o cómo lo hemos hecho, pero me pregunto si es realmente necesario que hagamos ese tipo de cosas, o simplemente es el ego, el darnos una palmada en la espalda de ver qué tan lejos hemos llegado y sentirnos mejor, en la mayoría de los casos, con nosotros mismos. Me parece que deberíamos dejar ese ego y ese autoindulgencia y simplemente ser y vivir y hacer lo que tengamos que hacer en el día a día y cuándo lo tengamos que hacer, a nadie, ni siquiera a nosotros, nos debería importar si somos mejores o peores o si seguimos igual o mejoramos, esos son preceptos ideados por conceptos que nosotros mismos inventamos para organizar lo que llaman una sociedad. Al final nada de eso importa, a nadie realmente le importa lo que uno haga más allá de su propia seguridad personal, nadie realmente está preocupado por si cambiamos o no cambiamos, nosotros mismos nos encargamos de que la gente espere algo de nosotros cuando prometemos que haremos las cosas diferentes o que esto será diferente de ahora en adelante. Nosotros mismos nos creamos las expectativas por anclarnos a imágenes del pasado que de alguna manera nos martirizan por extrañar lo bueno que hay ahí o por no volver a cometer los mismos errores para poder ser diferentes. Nosotros mismos nos encadenamos a todo ese juego de avanzar y revaluarnos cada cierto tiempo para saber qué ha pasado, pero todo se debe a ese retrovisor que tenemos, ese que nos acerca un poco más a lo que éramos o pensamos que éramos y que nos hace revolver por dentro cosas sin sentido. Hoy creo que he dejado ese retrovisor guardado en muchos aspectos, porque creo que de alguna manera me volví un adicto de muchas imágenes que andaban por ahí colgadas, pero siento que hoy simplemente descolgué demasiadas y que ahora eso ya no está y que el camino que estoy viendo ahora es lo que importa, y que espero que jamás vuelva a mirar por el retrovisor, por ningún motivo, y que simplemente soy ahora y mañana seré lo que sea mañana y así tienen que ser las cosas, y así deberíamos ser todos.

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