20/10/08

Coctel

Estoy en frente a uno de esos cocteles que contienen casi todos los géneros de bebidas alcohólicas que pueden exsitir, esa mezcla, ese mix demoníaco que contiene absolutamente todo lo imaginable mezclado en un inmenso vaso, que al comienzo parece ser diminuto y fácilmente dominado por mí. Pero en realidad es enorme y sobrepasa mis capacidades. Más allá de ser un coctel realmente es un reflejo de todo aquello que tenemos dentro, es un coctel de emociones, de sensaciones, de todo lo que tenemos dentro y que nos hace lo que somos y lo que mostramos al exterior.

Ahora que me siento frente a él y lo analizo detenidamente, me doy cuenta que todo eso no es más que todo lo que llevo dentro, o llevamos, y que así tal cual como se ve en ese vaso inmenso, lo tenemos todo dentro así uno sobre otro, un poco de rabia, un poco de dolor, una pizca de amor, una pizca de llanto, una onza de ira, una onza de pasión, un vaso de euforia, y así uno tras otro, todos los ingredientes que componen el coctel humano que somos y todo lo que expresamos y somos por dentro y por fuera. Así tal cual como recién servidos se encuentran los tragos de cada una de nuestras sensaciones y emociones, en una copa llena servida enfrente, inmóvil y quieta, esperando a ser sacudidad y mezclada por nosotros.

Todas esas emociones se mantienen de alguna manera indiferentes a las demás, unas sobre otras, pero sin ir a interrumpir las funciones de las demás, cada una en su espacio, en su momento. Cuando las tomamos por aparte quizás el efecto alcoholizante pueda ser controlado y tan solo gritemos un poco de euforia o de ira o quizás de rabia o dolor. Pero todo eso pasa, se va, la marea se calma y al bebernos la emoción y pasar el efecto, solamente queda la resaca de aquello que fue, que en su momento no vamos a entender. Pero sucede muchas veces en la vida de cada uno de nosotros que formamos un coctel, una pizca de aquí y de allá, un trago de esta y de esta otra, para mezclarlos todos indiscriminadamente en un coctel bomba que aunque de antemano sabemos nos va a aniquilar, igualmente lo preparamos con toda la entrega del caso para luego tomarlo, de a poco, de a sorbos, mezclando entre tanto con el pitillo. Aquel poco de rabia, con ese otro poco de dolor y esa pizca de alegría, y tomamos el sorbo, profundo, dejando que todo se revuelva dentro y se mezcle, que entre ellas mismas se maten a trompadas por querer salir primero o dar el primer paso, mientras nosotros seguimos ingiriendo de a poco nuestro coctel infestado de todo aquello que nos hará estallar.

Poco a poco todo esto se acumula, va bajando y va llegando a cada rincón de nosotros, acumulándose, apiñándose hasta no tener más espacio, haciendo presión interna hasta llegar al punto de explosión. Ese, el momento justo cuando sin ninguna razón gritamos, se nos ponen los ojos como dos grandes bolas, tenemos la fuerza sobre humana que nada nos puede detener. El momento en el cual perdemos la razón, nada existe, no hay obstáculos, somos como animales envueltos en medio de nuestra piel, ese momento cuando puede haber desespero, odio, rabia, amor, dolor profundo y las lágrimas no se detienen, solamente fluyen, todo fluye y el coctel explota, la mezcla perfecta que hace que todo surja, que estalle, que entremos en ese éxtasis que de alguna manera natural no deseamos, pero que sin embargo una y otra vez nos encontramos en el camino y como si tuvieramos todo el coraje del mundo nos enfrentamos como valientes ante este coctel, lo tomamos completamente, cada gota una a una hasta saciarnos, hasta llegar al punto de explotar y dar rienda suelta a todo eso que llevamos dentro. Hasta terminar agotados y rendidos, sudando y a veces hasta maldiciendo aquello que acaba de suceder, pero es naturaleza humana de alguna manera, o quizás un poco de egoísmo, de narcisismo, de auto indulgencia que nos hace ser lo que somos y poder expresarnos ante los demás como nos venga en gana.

Al final solo observo el largo vaso, lleno de colores, de aromas, de una mezcla interesante de todo es, sin tocarse, esperando a ser agitadas, esperando ese detonador que las haga excitarse y mezclarse para comenzar a activar todo aquello que tienen dentro. Así impacible y sin parpadear observo aquello que tengo ante mi, esa bomba de tiempo, todo eso perfectamente preparado, sincronizado para hacer los fuegos artificiales para los que fueron creados. Aún así temiendo lo peor con valor y coraje tomo el vaso con fuerza e ingiero cada una de sus gotas, esperando que estalle lo más pronto posible, aún sabiendo todo aquello que me espera, una y otra vez digiero y preparo cada vez ese coctel, monstruoso quizás, pero que cuando explota de alguna manera me hace sentir completamente humano.

No hay comentarios: