Sé que nunca leerás esto, sé que poco te pueda importar lo que pueda escribir o decirte, y es claro que aquella carta que te escribí el otro día no pareció tener ningún efecto en tu actitud. Sabiendo todo esto voy a escribir todas aquellas cosas que a través del tiempo se han ido forjando en mi mente, no tengo un orden, no son cosas planeadas, son quizás solo pajázos mentales en donde digo un montón de cosas sin sentido quizás, puras fantasias, puros deseos, pura banalidad. Pero no puedo evitar de todas maneras hacerlo y dejarlo libre, ya que el guardarlo sería peor, y no merece ser enterrado. No son sino fantasías, posibilidades de un futuro cada vez más lejano, no por falta de querer, sino quizás por resistencia del lado contrario.
Pero entiendo todo eso, tiene sentido y es una situación difícil, mucho más que lo que cualquier persona quisiera que fuera, y seguro nadie quisiera estar en esta situación, ni siquiera yo que soy el que aún sueño con una conclusión a dicha historia. Pero así son las cosas, y de alguna manera hay que seguir expresándose, decir las cosas, y simplemente ponerlas ahí afuera, así sea solamente para que no se queden en el olvido, o para recordarme a mi mismo en un futuro de tantas cosas que inspira usted en mí. Y así comienza esta verborrea sin sentido que jamás llegará a sus ojos ni a sus oídos.
Siempre quise perderme en el bosque con usted, en medio de millares alrededor, todos iguales, con nuestra tienda de acampar en medio del único espacio libre en medio de dicho bosque. Y hacerle el amor una y mil veces en medio de tanta belleza, que se escuchen los gemidos de placer por medio de la inmensidad el bosque, y nuestros cuerpos sudorosos en éxtasis una y otra vez mezclados entre toda esa naturaleza, día y noche. No sabe cuántas veces le haría el amor, de todas las maneras, formas, con todo y sin nada, andar desnudos por el bosque, simplemente viviendo un infinito de días sin saber qué día es y sin importar cuando todo va a terminar. Día y noche serán uno y conversaremos, y nos quedaremos en silencio mirándonos a los ojos conociendo nuestras almas, revelando nuestros miedos, nuestros secretos, desnudando lo más íntimo y aquellos miedos que siempre hemos temido revelar.
Miraríamos a la luna mientras nos tocamos levemente, mientras le acaricio el cuerpo centímetro a centímetro, y usted el mío, mientras la beso apasionadamente y recorro con mi lengua cada parte de ese cuerpo, mientras me cuenta una historia, mientras me cuentas sus más íntimos miedos y deseos. Luego me tomaría prisionero me llevaría a su morada y me ataría a la cama, nos emborracharíamos de vino y de noches de luna llena, nos quedaríamos sin temas de conversación que inventaríamos toda una historia digna de adaptación teatral. Beberíamos el uno del otro, de nuestros cuerpos, nos alejaríamos del mundo, andaríamos bailando bajo la lluvia y la luna llena, hasta quedar completamente agotados en el patio, tirados, exhaustos, sin nada más que abrazarnos y echarnos a un sueño cuasi eterno, para volver a hacerlo una y otra vez.
Mucho vino, mucha comida, mucho sexo desenfrenado, mucha bacanal y poco de nada más, una escena surreal en un bucle de éxtasis y rendición constante, alejados del mundo, por eternidades que ni podremos contar, jamás nos alejaríamos, jamás estaríamos solos aunque estaríamos alejados, porque discutiríamos por las trivialidades de la cotidianidad, pero sería imposible alejarnos del todo porque estaríamos tan conectados el uno con el otro que podrían pasar mil guerras y nada nos alejaría. Sería todo tan irreal que sería imposible, pero posible así sea por un instante, quizás ese día en el que olvidemos todo y nos entreguemos a los deseos de la carne y el espíritu, para ser uno eternamente con tan solo un par de días en nuestras manos.
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