29/11/13

Ausencia

El tiempo pasa, las cosas pasan, la gente pasa, todo es circunstancial, somos viajeros al lado del camino que vemos como todo aquello que nos rodea simplemente sigue de largo, un paisaje en movimiento del cual hacemos parte como actores y espectadores al mismo tiempo. Somos parte de un diorama, hacemos parte de otros paisajes y somos parte de la composición de otros, circunstancias que van y vienen, o desaparecen del todo en medio de las tormentas que se generan.
Uno se ausenta y no pasa nada, lo que existe alrededor no es más que una cortina para los demás para los cuales dejamos de existir, vamos y venimos como siendo colocados por una mano superior que simplemente nos maneja a su antojo, al antojo de aquellos que nos quitan y ponen como cualquier elemento decorativo. La ausencia solamente se siente cuando realmente existe una conexión un poco más profunda, no se trata de estar presente todo el tiempo, los escenarios cambian y por lo tanto nada permanece para siempre. Sin embargo aquellos que hacen parte del escenario de manera permanente se mantienen rondando, a veces más cerca otras lejos, alrededor de nosotros todo el tiempo. Estas son las circunstancias que permanecen, aquellas que como nuestra voz, nuestros ojos, gestos y demás, se quedan con nosotros de por vida, son aquellas que jamás se desvanecerán a pesar de la distancia y a pesar de la ausencia que siempre nos arrastra por momentos a refugios en los cuales podemos desintoxicarnos y otras veces nos ayudan a continuar con nuestro camino mientras tomamos las decisiones y decidimos cruzar ciertas puertas.
La ausencia es inevitable, al final somos uno y aunque en medio de un jardín de gente, siempre seremos uno, y necesitamos de aquellos momentos alejados del escenario para preparar nuestras líneas, para repasar nuestros movimientos y poder seguir en carrera. La ausencia es necesaria, es lógica, es mortal, es sincera, es todo lo que nos hace ser nosotros mismos porque al final siempre estamos ausentes para el mundo, así salgamos a la calle, recorramos mil y un lugares, somos ausentes porque nadie está consciente de nosotros salvo en aquellos momentos en los cuales los dioramas chocan y crean un universo nuevo en el cual ya no somos ni actores ni espectadores sino seres que compartimos instantes, momentos, soledades que se encuentran, sonrisas, alegrías y tristezas que se entrelazan para nutrir el camino. Guardamos un poco de allí, lo llevamos con nosotros en nuestra pequeña bolsa de artificios, con los cuales vamos decorando y construyendo nuestro panorama que nos hace presentes, pero invisibles a los demás.
La ausencia es necesaria, lo que no es necesario es todo aquello que nos rodea que no nutre aquél escenario que construimos, algunos creen que con ir y volver es suficiente, pero a veces no basta con movimientos como espasmos que simplemente nos dan vida de vez en cuando. Hace falta llenar más bolsas, hacen falta más sonrisas, instantes que hacen que realmente todo valga la pena cuando nos encontramos alejados y somos invisibles a los demás. Todo lo que en la ausencia no es más que una sombra no sirve, es mejor que desaparezcan para siempre a pesar de que por momentos intenten de nuevo asomarse por nuestra ventana. Las circunstancias desaparecen, se esfuman y son inútiles, esas son las que pasan en frente de nuestras ausencias mientras nosotros observamos cómo muchas veces quieren regresar a hacer parte de nuestra vida. Es mejor olvidarse de todo aquello, las circunstancias no son más que eso, cosas pasajeras que aparentan estar pero simplemente pasan sin pena y gloria. Todo aquello que permanece pasa de la circunstancia a la acción y esas a pesar de que también necesitan sus ausencias y se hacen invisibles momentáneamente siempre regresan con más vigor y es lo que al final hace que seamos mejores, a pesar de todo, inclusive de lo circunstancial de la vida…

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