Eso de perderle el gusto a ciertas cosas puede ser un problema, a mi parece que ya nada me sorprende. Es un problema sentir que no hay nada nuevo bajo el sol, aunque si lo hay, pero hay ceirtas cosas que realmente han perdido su capacidad de sorprenderme, o más bien he perdido la capacidad de dejarme sorprender. Son tiempo fríos, son tiempos en dónde todo parece pasar excitadamente y yo contemplo estático como sobre un podio tratando de descifrar algo, solamente porque tengo que invertir el tiempo en algo, pero no porque realmente quiera encontrar alguna respuesta a una pregunta que ni siquiera me he formulado, pero existe.
Son momentos infértiles, quizás hay ciertas cosas que después de cierto tiempo comienzan a pesar, y aunque uno pensaría que son las cosas malas las que pesan, realmente las cosas buenas también, y ese es el mayor problema de todos. Creo que hay muchas cosas que han perdido la intensidad de antes, la pasión por el mundo se ha desvanecido, no siento nada, soy una persona completamente incapaz de sentir. Una marea grisácea se posa sobre mí, y no hay nada que esté haciendo concientemente para detenerla, sigue ahí, quizás ha estado ahí por mucho tiempo, pero ahora me nubla los sentidos. Todo parece estar tan inmóvil, todo es tan parecido a cualquier cosa que aunque lo intente no vivo nada nuevo, creo que he drenado mis venas de vida y quedan solamente aquellas gotas que me mantienen en pie, que me hacen aún humano.
No hay nada nuevo bajo el sol así este persista en permanecer frente a mí, con su mirada viciosa tratando de poseerme nuevamente, tentándome a sus dominios ofreciéndome esas banalidades obsesivas sin sentido que recorren los caminos andados. Nada parece haber por ahí, no hay nada más allá de la punta de mi nariz y todo lo que se acerca es rechazado con una displicencia sorpresiva para el más compasivo de los seres. Nada parece tan cierto y aquella esperanza de esas cosas que uno nunca sabe pero en las cuáles tiene fe simplemente se esfumó. Ya ningún pensamiento despierta el más mínimo sentido de totalidad que antes me vitalizaba.
Lo más extraño es que sin embargo algo ha cambiado, y sigo andando desaforadamente como si no hubiera retorno ni destino, pero con la poca fe que me queda de que algo se cruzará en mi camino, como aquellos zorros nocturnos en medio de la basura escarbando su futuro en medio de la luna tímida que cobija aquellos pensamientos impuros de los pobres mortales que están atados a la promesa de una liberación extra terrenal que jamás llegará. Preguntas casi no quedan y no porque tenga las respuestas a todas aquellas nunca dichas o porque haya perdido la curiosidad, la curiosidad me perdió a mí y si lucha quizás pierda la batalla ante tal montaña.
Son tiempos fríos, secos, roídos por el tiempo que ha pasado, por la confianza permitida y estrellada contra la pared de los lamentos eternos de aquellos que aún tienen corazón. Nada me sorprende, estoy inamovible en medio de la inmensa jungla que quiere llevarme con ella, yo sólo quiero permanecer y seguir adelante sin dar un sólo paso. Son tiempos gélidos, pálidos inmersos en un cuadro impresionista y abstracto de el mundo multicolor se niega a retirarse, y sigo yo cazando el aire en el vacío, esperando que el vacío me agarre en el aire, antes de caer.
Son momentos infértiles, quizás hay ciertas cosas que después de cierto tiempo comienzan a pesar, y aunque uno pensaría que son las cosas malas las que pesan, realmente las cosas buenas también, y ese es el mayor problema de todos. Creo que hay muchas cosas que han perdido la intensidad de antes, la pasión por el mundo se ha desvanecido, no siento nada, soy una persona completamente incapaz de sentir. Una marea grisácea se posa sobre mí, y no hay nada que esté haciendo concientemente para detenerla, sigue ahí, quizás ha estado ahí por mucho tiempo, pero ahora me nubla los sentidos. Todo parece estar tan inmóvil, todo es tan parecido a cualquier cosa que aunque lo intente no vivo nada nuevo, creo que he drenado mis venas de vida y quedan solamente aquellas gotas que me mantienen en pie, que me hacen aún humano.
No hay nada nuevo bajo el sol así este persista en permanecer frente a mí, con su mirada viciosa tratando de poseerme nuevamente, tentándome a sus dominios ofreciéndome esas banalidades obsesivas sin sentido que recorren los caminos andados. Nada parece haber por ahí, no hay nada más allá de la punta de mi nariz y todo lo que se acerca es rechazado con una displicencia sorpresiva para el más compasivo de los seres. Nada parece tan cierto y aquella esperanza de esas cosas que uno nunca sabe pero en las cuáles tiene fe simplemente se esfumó. Ya ningún pensamiento despierta el más mínimo sentido de totalidad que antes me vitalizaba.
Lo más extraño es que sin embargo algo ha cambiado, y sigo andando desaforadamente como si no hubiera retorno ni destino, pero con la poca fe que me queda de que algo se cruzará en mi camino, como aquellos zorros nocturnos en medio de la basura escarbando su futuro en medio de la luna tímida que cobija aquellos pensamientos impuros de los pobres mortales que están atados a la promesa de una liberación extra terrenal que jamás llegará. Preguntas casi no quedan y no porque tenga las respuestas a todas aquellas nunca dichas o porque haya perdido la curiosidad, la curiosidad me perdió a mí y si lucha quizás pierda la batalla ante tal montaña.
Son tiempos fríos, secos, roídos por el tiempo que ha pasado, por la confianza permitida y estrellada contra la pared de los lamentos eternos de aquellos que aún tienen corazón. Nada me sorprende, estoy inamovible en medio de la inmensa jungla que quiere llevarme con ella, yo sólo quiero permanecer y seguir adelante sin dar un sólo paso. Son tiempos gélidos, pálidos inmersos en un cuadro impresionista y abstracto de el mundo multicolor se niega a retirarse, y sigo yo cazando el aire en el vacío, esperando que el vacío me agarre en el aire, antes de caer.
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