12/2/09

Cadaver exquisito

Si alguna vez logro conquistar el lugar donde se fabrican los sueños, quizás podré volver a mirar a los ojos del mar. Quizás podré volver a pronunciar palabras inútiles a la lluvia, y esperaré en calma a que el viento acaricie mi cuerpo, dejándome desnudo ante las almas extravíadas que se alimentan de miradas perdidas y de pasos inseguros.

Algún día no tendré que buscar mñas entre los arbustos, ni entre las manos, ni en las gotas de lluvia ni en los granos de arena, por aquellos espíritus de verdad que contienen los secretos de la inmortalidad perecedera. No tendré que volver a volar sobre las cabezas aplastadas una y otra vez en medio de la noche, en medio del silencio estruendoso de los que quieren hacer olvidar.

No tendré que recoger mis pasos para tratar de encontrarme o al menos para no perderme del todo y seguir dando vueltas en el mismo círculo de siempre. Quizás no tendré ni siquiera que perderme de nuevo para jugar a encontrarme otra vez, o para creer que me encuentro, como siempre frente al espejo, esperando a reconocerme mirando en los ojos llenos de vacío que se hunden más y más y más llevándome a brazos irreconocibles. Y en medio de tumultuosas tormentas que tratarán de arrebatarme de mí, lograré llegar a mi destino, seco y casi muerto, pero con la fuerza de un sueño en mis manos.

Si no existe aquél lugar tendré que inventarlo, para no solamente hacer mis sueños, sino los de todos una realidad. Y no repararé en sollozos y perderé una y mil vidas tratando de llegar, quizás tratando de soñar con el sueño que exista un lugar donde nacen los sueños. Y soñaré una y mil veces, hasta que aquel lugar donde un puñado de palabras, de almas, de expresiones, de sentimientos, se cree y pueda habitar eternamente junto a mí en medio de todos los sueños posibles deseando que se haga realidad aquello que será ajeno, que tanto añoraré después y que desearé existiera en realidad, mas allá de mis sueños.

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