14/9/08

Regreso

No sé para dónde voy, no sé en qué momento de la historia, del mundo, del universo, de mi vida me encuentro. No estoy del todo perdido, pero tampoco tengo el camino despejado en frente, voy a tientas quizás, poco a poco, observando y dando pequeños pasos para saber dónde me encuentro. No tengo el camino claro, como nadie en el transcurso de su vida lo sabe, ni siquiera con la convicción de tener un plan para su vida y que éste de alguna manera se haya desarrollado como se esperaba.

No sé a dónde me dirijo y al llegar a cualquier parte tampoco sabré donde me encuentro. Sigo buscando las cosas esenciales de la vida, un poco de amor, un poco de odio, un poco de alegría, un toque de tristeza, una melancolía que me haga llorar de felicidad y unos atardeceres que pueda regalar sin decir palabra. Sigo buscando el pequeño guiño de un coqueteo, la palabra sincera, las personas que realmente se conocen lo suficiente para saber que no se conocen, pero que no cometen el error de cambiar de parecer a cada momento. Sigo buscando esas lágrimas que se extiendan hasta el corazón de esas personas por las cuales las he derramado, y que se den cuenta que nunca tuve la intención contraria a hacerlas reir o en su defecto llorar de alegría.

Sigo buscando quién soy y que posibilidades tengo de vivir en un mundo hostil y poco agradable de tiempos modernos, de inmediateces y de precarios lujos que no nos hacen sino más animales. Sigo regresando una y otra vez, caigo y me levanto y me siento más humano cada vez, me trago el orgullo y sigo pensando en todas las estupideces que hago por ser más hombre quizás, o más idiota. Sigo cayendo una y otra vez a pesar de que me repito que nunca más volveré sobre los mismos caminos, pero he caído más de una vez y no aprendo, o quizás no quiera aprender y está en mi nublado camino el seguir tropezando con la misma piedra. Sigo buscando no pensar tanto, sigo pensando sentir menos, pero a la vez entregarme por completo entre los suspiros de la noche, entre el humo de unos cuantos cigarrillos en soledad a la luz de la luna, entre las palabras que nunca podré decirle de nuevo a tantas personas, y en esas que ni yo mismo puedo repetirme una y otra vez. Sigo buscando algo que aprender y olvidarme de lo que ya sé, sigo buscando no saber más y aprender cada vez más con el alma que con los ojos o con mis manos, o con mis pies y mis palabras.

No sé a dónde me dirijo, no veo más allá de unos cuantos pasos seguros y el panorama cercano de lo que puede ser. Sigo buscando una excusa para buscarla, sigo buscando una excusa para encontrarla, sigo buscando razones para seguir pensando y quiero encontrar verdades para dejar de hacerlo. Sigo perdiendo y ganando a medida que pasan mis respiros por el aire que nadie más ocupa, por ese aire que nadie escucha, solo mi alma, mi corazón y mis lágrimas que se derraman de vez en cuando, por algún motivo absolutamente insignificante, nada más que mi sufrimiento.

Y quisiera ahogarme entre las notas dulces de alguna melodía que he escuchado infinidad de veces, y quisiera olvidarme quien soy para seguir siendo siempre el mismo, sin pensar tanto en lo que no sé, ni en lo que sé, ni en lo que vendrá o lo que fue. Sigo buscando ese suspiro tierno, esa mirada candente, ese decir sin hablar que me colme de miradas al infinito, ese momento en que pueda regalar el atardecer sin ser su dueño, ese momento en que no tenga que ir al mar a derramar mis lágrimas porque ahí son más pequeñas. Ese momento en que pueda caminar descalzo sintiendo la vida que colma todo el espacio, y fundirme con un solo sentimiento, con un solo suspiro, con una sola mirada, sin dejar atrás todas las huellas que han marcado mi cuerpo y la de otros tantos que se han topado conmigo.

Busco lo humano demasiado humano que se ha perdido en medio de ilusiones, de palabras, de tratar pero no de ser, de eso que hace tiempo que quedó atrás entre los sueños de algunos pocos que aún creían que todo podía salir mejor. No he perdido la esperanza, no he perdido un horizonte, simplemente no los encuentro, simplemente se han difumado por tanta escoria que ronda ahora los rios y esos suelos que solía recorrer. Estoy regresando, otra vez, no será la última aunque mi corazón desea que así sea y que de aquí en adelante no tenga que volver a hacerlo, pero esta vez regreso del mar que ha ocultado mis lágrimas y las ha vuelto pequeñas, vuelvo de los suspiros que nadie más escucha, vuelvo de las palabras que a nadie le importan, vuelvo al dolor del alma y del corazón por ser idiota y tratar de ser humano, lo cual es lo mismo en estos tiempos.

Regreso de dónde tantas veces he regresado, de esos callejones oscuros que he frecuentado en vez de palacios de flores. Regreso de esos oscuros mundanales de seres que no comprendo quizás por mi poca experiencia en medio del mundo ajeno a mi utopía. Pero regreso una vez más para aquellos que quieran recogerme en el camino, a los quieran escucharme, sentirme, amarme, olvidarme y odiarme de a poco. Regreso porque sigo buscando ese poco de alegría, esa sonrisa diciente, esas miradas perfectas, el corazón abierto, porque sigo buscando el poco de melancolía, el tinte de odio, el tinte de amor, el toque de ese suspiro cuando entre en mi alma, y las palabras, las eternas palabras que se las lleva el viento y que no dejan otra salida que los atardeceres eternos e imposibles de dar, esos que hacen que el alma llore de felicidad.

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